jueves, 27 de agosto de 2015

Manogasta

Antiguos pueblos de indios de Santiago del Estero 

Manogasta-Camino Real
Algarrobo a cuya sombra estuvo San Martín
¿Quién no ha escuchado esa hermosa zamba, "Zambita del musiquero" o "La Manogasteña," la misma con otro nombre, por Los Chalchaleros, Los Fronterizos y tantos otros conjuntos folclóricos de los buenos? Fiel a la defensa de nuestro pasado cultural americano, aquí queremos hablar de este lugar inspirador, pero no de lo que queda ahora de aquel pueblo de indígenas, sino del Manogasta de cuando llegaron los españoles allá por el siglo 16 y 17. Saberlo es una obligación cultural, porque en lo indígena está la mitad de la semilla (la otra fue la española) que dio origen a nuestra cultura santiagueña.

Manogasta (1), junto con Soconcho, fue uno de los pueblos de indios más importantes allá por el siglo 16. Por ahí pasa el Camino Real. Ahí está todavía como centinela de la historia un algarrobo seco donde, según la tradición, descansó San Martín. Pero, por ahí pasaron todos los que iban o venían del Alto Perú, incluyendo los próceres de nuestra historia y las tropas que lucharon por nuestra independencia. Su patrona es Santa Bárbara, que convoca cada año a su fiesta patronal los 4 de diciembre.

Su importancia viene de tiempos de Juan Ramirez de Velazco, quien siendo gobernador del Tucumán (1586-1593) y no pudiéndola explotar para él mismo, la incorporó junto a Soconcho (cerca de Medellín) formalmente a la Real Corona española, de la cual pasaron a ser tributarios.



Iglesia de S. Bárbara (Foto Gado Coria)
Nuñez de Prado fue el primero que se apropió de estos lugares, con Manogasta a 28 kilómetros de Santiago hacia el sur, pasando Upianita, sobre la misma ruta. Lo hizo luego de fundar El Barco en 1552 (2). Prado se consideraba sujeto a la administración española en Lima, que es de donde partió originalmente, autorizado por el presidente de la Real Audiencia de Lima, Pedro de la Gasca en 1549. Como era la norma, Prado agrupó a los indígenas en encomienda.

Sin embargo, luego, Francisco de Aguirre, que llegó desde Chile enviado por Valdivia, quien desconocía la autoridad de Lima, lo toma prisionero y lo envía a Chile detenido. Prado gastó sus días peregrinando por Chile y Perú para recuperar su poder en Santiago. Al final la Audiencia de Lima reconoció sus derechos. Sin embargo, Prado nunca volvió pues murió antes.

Durante su ausencia y hasta que se supo de su muerte, Juan Rodriguez Juarez, integrante de la expedición de Prado, le administró sus bienes, según cuenta en su información de servicios en 1587. Según dice él en un Castellano que todavía vacilaba como lengua, "que este testigo es uno de los que entraron a la población destas provincias con el general juan nuñez de prado e vió que después de haber allanado alguna parte de los yndios comarcanos y estando en servidumbre los dichos dos pueblos de soconcho y manogasta se servía dellos como yndios puestos en su cabeza y confirmados por el marquéz de Cañete Visorrey que fue del pirú el cual tomó los yndios como otros más por cédula espresa que le dió para el governador del pirú presidente gasca y como tales yndios puestos en cabeza del dicho juan nuñez de prado por su poder este testigo se sirvio de ellos hasta que por muerte de juan nuñez de prado le fueron quitados y desde entonces aca todos los governadores y capitanes que an mandado a estas provincias se an servido de ellos y de los frutos y, aprovechamientos dellos an gozado y que se remite a las cedulas que dellos ubo por los dichos visorreyes".

Luego, Manogasta y Soconcho fueron entregados en encomienda por Juan Perez de Zurita a Julián Sedeño, que fuera compañero de Nuñez de Prado, quien luego se los dejó a su hija al morir. Sin embargo, según declaración de Hernán Mexía de Mirabal ante el Virrey Toledo de 1572 en el Cuzco, Francisco de Aguirre la despojó de ellas en 1564 para dársela a uno de sus hijos naturales que trajo de Chile, Marco Antonio.

Luego explotaron esas encomiendas los gobernadores Castañeda, Pacheco, Cabrera, Abregú de Figueroa y Hernando de Lerma.

Santa Bárbara (Foto Gado Coria)
Según cuenta Francisco Arévalo Briceño en una carta a un prelado, cuando en 1585 Lerma pasó a ser gobernador del Tucumán, tomó preso a Abregú de Figueroa y se apropió de las dos encomiendas o repartimientos en 1585. Lerma tomó diez indios de Manogasta en calidad de mita y veinte de Soconcho para servicio personal, a quienes los puso a hacer ropa, lienzo, alpargatas y calcetas, además de un hilado llamado cabuya, que se usaba para hacer cinchas para caballos. También los usaba para sembrar trigo y maíz.

Según informaciones del archivo de indias, don Nicolás de Silva administraba estos repartimientos hacia 1650. Según cuenta su sucesor, el Alferez Real Melchor Suarez de la Concha, Silva murió mientras arreaba ganado vacuno en el monte hacia Manogasta.

El Alferez Real de la Concha, que se identifica como "maestro mayor de las obras públicas deste ciudad y de la santa Iglesia Catedral" pidió tierras al gobernador Fernando de Mendoza Mate de Luna, entre Tontola y Manogasta en 1686 en retribución a sus servicios "a Su Magestad, que Dios guarde." Las tierras les fueron otorgadas.

Sin embargo, en 1695 vuelve a pedirlas al gobernador de entonces, Martín de Jáuregui. Según dice en su presentación por escrito, el problema fue que al haberse ausentado para hacer unas obras en Catamarca, la administración de los indios fue puesta en manos del Sargento Mayor don Juan Bravo de Zamora. Sin embargo, según aduce, en su morada quedaron dos hijos, que sembraban trigo, contra los cuales avanzó en sus pretensiones un indio llamado Mateo, que antes había sido su protegido al ser rechazado por su pueblo por haberse europeizado en su estadía en Buenos Aires (ahora usaba zapatos, medias y camisa y se había casado con una mestiza).

El problema fue que Mateo, al quedarse sin su administrador, se negó a volver con los suyos y pidió amparo al Protector General de los Indios, un español con rango de Oidor. No se explica bien en la carta el resultado de la visita de éste, pero de la Concha se queja de que el indio desposeyó de hecho a sus hijos, le siembra su tierra y le ha dañado su ganado. Las razones del indio para permanecer en su propiedad y no irse con los suyos es que está lejos del lugar de los suyos. Para de la Concha, en cambio, la razón es no acudir a la instrucción de la doctrina cristiana y emborracharse.

El problema de la propiedad de Manogasta resurge en 1702 cuando de la Concha vuelve a tener problemas con los indios de Manogasta,. Esta vez no es él quien eleva las quejas, sino los indígenas a través del Protector General de los Indios, Joseph de Islas. Según dicen en el reclamo, en nombre propio y de su curaca don Christobal Velisan, en estas tierras llamadas de Santa Rosa, donde se criaron y viven Domingo y Mathias, dos indios con chacra propia, se presentó el alferez Melchor de la Concha, que fue administrador de Manogasta en el pasado, a pedirles permiso para tener unas vacas y ovejas, pero que ahora parece que toda la familia se ha instalado allí, que incluye a sus dos hijos, Joseph Gomez y Joseph Ardiles con sus respectivas familias, quienes les agravian constantemente y les demanda la devolución de la tierra. Islas apoya el reclamo de los indígenas y pide el envío de una persona autorizada para desalojar a ambas familias.

Como se puede deducir de las presentaciones y teniendo en cuenta el tiempo que tomaban las comunicaciones, es evidente que la ocupación de las tierras por parte del Alférez de la Concha era, en el mejor de los casos, precaria y conflictiva. Esto sugiere que los indígenas no se prestaban así nomás al dominio español y que resistían su vasallaje. No sabemos cómo terminó esta historia.

A partir del 1 de abril de 1717 ya hay otro administrador de los indios de Manogasta: el Maestre de Campo don Domingo Gerónimo de Frías. Asume en Santiago del Estero en ceremonia ante el Sargento Mayor don Juan de Saavedra Gramaxo, Teniente Tesorero Juez Oficial Real. Frías trae su nombramiento firmado por el Sr. Brigadier don Esteban de Urizar y Arescapochaga, Caballero de la Orden de Santiago, Gobernador y Capitán General de la provincia del Tucumán, despacho firmado en la ciudad de Salta el 20 de enero de 1717.

Manogasta actual (Google-Earth)
A la derecha: Cementerio
Hasta aquí la historia de Manogasta en el siglo 16, un pueblo donde junto con Soconcho los indios no pasaban de 150 en 1586, según Ramiro de Velasco. En la zona no había oro ni plata. A los indios solamente se les extraía trabajo de campo como cuidar animales y sembrar. ¿Cómo fue posible que solamente quedara esa cantidad a 33 años de la fundación de Santiago? La respuesta se insinúa simple: la sobreexplotación y las enfermedades transmitidas seguramente por los españoles, por un lado. Bueno es recordar es que también se usaba a los indios para pagar tributos a la Corona enviándolos a las minas en Potosí, donde morirían por el trabajo en ellas. Tambin se los usaba como medio de transporte o para conducir mulas. Por el otro la dispersión que producía la lucha entre los mismos invasores: Nuñez de Prado con Francisco de Aguirre; Perez de Zurita con Castañeda; Aguirre contra la multitud de enemigos que lo acosaban; Jerónimo Luis de Cabrera contra Gonzalo de Abreu; la muerte de Abreu a manos de Hernando de Lerma y luego la miserable muerte de éste mismo en una cárcel de España.
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(1) Esta información ha sido extraída y adaptada de la Revista del Archivo Histórico de Santiago del Estero, Tomo 1, Número 1, edición Julio, Agosto, Setiembre de 1924, bajo la dirección de Andrés A. Figueroa. La revista se puede consultar en internet.

(2) Fue la tercera fundación de El Barco. El lugar exacto sería en lo que hoy es el Barrio Belgrano en Santiago, más precisamente en las esquinas de las calles Balcarce y 24 de Septiembre. Aguirre movió luego el lugar un kilómetro y medio hacia el noroeste y le dio el nombre actual de Santiago del Estero. La primera fundación de El Barco fue a 25 km de Monteros, Tucumán; la segunda en los Valles Calchaquíes. [https://es.wikipedia.org/wiki/El_Barco_(Argentina])




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