viernes, 26 de abril de 2013


KOKENA

Tinogasta en la leyenda
Recopilación de Joselín Cerda Rodríguez 
Catamarca, 1993.

De esto hace más o menos doscientos millones de años, cuando la Madre Tierra tuvo uno de sus partos más difíciles, pero, como se comprobaría después, valió la pena soportar semejante sacudida. Parió nada menos que a esa cordillera gigante que se extiende majestuosa de una punta a otra, de polo a polo, en el continente cobrizo. Había nacido Anti o Los Andes. A medida que fueron pasando los siglos, sus cimas empinadas cubriéronse del extendido y blanco manto de nieve que ya no desaparecería jamás. Y sobre ella hicieron su eclosión signos elocuentes de vida brotando por todos lados. Seres vivientes que la habitaron desde su misma base hasta las cumbres inaccesibles, a cuatro o seis u ocho mil metros de altura.
Ellos se adaptaron a sus extremas circunstancias ambientales, como el apunamiento, la falta de medios de subsistencia y la casi imposible marcha por la fragosa topografía. Y, sin embargo, ahí están multiplicándose hasta el infinito. Se llenaron cerros, planicies, desiertos, valles, hielos y nieves con cóndores, vicuñas, llamas, guanacos, alpacas y ese felino insoportable, el puma, y nutrias y peces y pájaros llenando lagunas y los rumorosos cauces de agua cristalina.

Cuando la Madre Tierra, a la que el indio llamó Pachamama, vio que sus rebaños llegaban a ser incontables e incontenidos, comprendió que necesitaba ayuda para controlarlos; entonces llamó a concurso de títulos y antecedentes para elegir
pastor. Se presentaron como candidatos hombres, mujeres y niños; gente común y también príncipes y reyes, legisladores, músicos y poetas.Ante tal cantidad de pretendientes al cargo, hábiles y duchos apacentadores de ganado, comprendió que debía tener en cuenta condiciones excepcionales: aguante para la sed y el hambre; agilidad para trepar las riesgosas cumbres; viveza para encontrar pastizales y aguadas; saber eludir a los depredadores de dos y cuatro patas: hombres, pumas y aves de rapiña; especiales condiciones anímicas y temperamentales para sobrellevar las dificultades de un mundo hostil y bárbaro; tendencia y apego a la intemperie, espíritu inundado de soledad, silencio y melancolía; inclinaciones musicales y ... algo de tristeza? Tal vez... .
Desde el comienzo nomás con su penetrante sabiduría, le echó el ojo a un hombrecito petiso con cara de niño, vestido a lo colla: sombrero chiquito, ponchito a rayas, pantalón a media canilla, calzando "ushutas" que dejaban ver sus patitas con pezuñas; inquieto, evanescente, ubicuo, aparece y desaparece imprevistamente, como el duende.
Adivina el peligro y, para eludirle, dispersa las haciendas haciendo sonar ruidosamente sus patitas contra las piedras o bien haciendo sonar estridente un instrumento musical de su propia invención al que llama "chajcha," que es un montón de pezuñitas unidas por un hilo.
Cuando la Pachamama comprendió la calidad incomparable del pastor, le concedió el título de Dios de las Majadas y le puso un nombre cortito y sonoro: Kokena.

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